Lecturas absurdas: «¡Qué viene el lobo!»

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Con «Lecturas Absurdas» son una nueva serie de lecturas cortas (máximo un folio) dedicadas a alumnos de 2º de primaria en adelante, y en cuya historia introduzco elementos que no tienen nada que ver con el desarrollo de la misma o con el contexto en el que tienen lugar. Se trata, pues de leer con con atención y anotar en el cuaderno  las cosas que  no tengan lógica en el desarrollo de la historia. 

En estas lecturas cuento con la colaboración de Silvia Asuero que realiza las preguntas de comprensión oral que junto al texto puedes imprimir al final del artículo.

“¡QUÉ VIENE EL LOBO!”

      A Gonzalo le habían dicho miles de veces que el lugar donde llevaba a las ovejas a pastorear era un paraje poco seguro, pues de todos era conocido que estaba infectado de bandidos y lobos. Pero a pesar de las advertencias que le hacían, cuando sacaba las ovejas de su piso, siempre las llevaba al mismo sitio, ya que según él, si hasta ese momento no le había pasado nada, no había razón para pensar que le ocurriría algo en el futuro.

     Como todas las tardes, mientras las ovejas pastaban tranquilamente la fresca paja que brotaba de la ladera de la montaña, Gonzalo disfrutaba de una rica siesta bajo la sombra de un árbol, confiando en que su perro fiel, con los ojos cerrados de sueño, vigilara que no le pasara nada al rebaño. Cuando más tranquilos estaban, de entre los matorrales empezó a asomar un negro hocico, seguido de un largo morro acompañado de una boca llena de grandes dientes, tras los cuales unos ojos rojos y unas puntiagudas orejas terminaban de formar la cabeza de un terrible lobo.

      El lobo miró hacia todas partes, hasta en su carné de identidad, para asegurarse de que no había peligro para él. Se fijó en las ovejas, que seguían comiendo como si nada fuera ocurrir; alguna de ellas muy apetecible por los rollizos muslos que podía ver desde su posición. Vio también al perro pastor en su agotador trabajo de vigilante y comprobó que lo único que rompía la tranquilidad del momento eran los ronquidos de Gonzalo -que parecían más terroríficos que el propio lobo- el cual, entre ronquido y ronquido del pastor, se encogía y metía el rabo entre las orejas.

     Cuando el lobo se aseguró de que no había peligro, salió de entre la maleza -con mucha suavidad- procurando no hacer ningún ruido con sus pisadas, que avanzaban sobre el asfalto a una velocidad de un paso cada diez minutos. Era tal la precisión en su caminar que ni Gonzalo, ni el perro, ni ninguna de las ovejas se dieron cuenta de su presencia. – Soy el rey del sigilo, -pensaba mientras se movía lentamente – ¡lástima que nadie se pueda dar cuenta de la maestría con que me acerco!.

      Por fin, tras más de tres cuartos de hora, acercándose hasta donde se encontraba Gonzalo, el cual casi se tragaba el árbol con sus ronquidos, abrió su gran boca y de ella salió un leve susurro…

– Gonzalo,… pssss… (pero Gonzalo seguía dormido). -¡ DESPIERRRRTA GONZALO! – gritó el lobo ferozmente.

– ¡Ah…!, hola eres tú, – dijo Gonzalo desperezándose-. Hoy has venido antes.

– ¡ Qué antes, ni antes!, a la misma hora de siempre, -refunfuñó el lobo- anda y saca la baraja de cartas para echar un “subastado” y dime qué traes hoy en el zurrón para picar, pues ya sabes que la carne me cuesta digerirla y después me tiro toda la tarde con ardores.

Texto: José Miguel de la Rosa Sánchez, Comprensión lectora: Silvia Asuero. Dibujos: Phillip Martín

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