El caso del bocadillo de gaviota

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Nueva lectura detectivescas gracias a Felipe Gutierrez profe de 5º curso del CEIP el Olivar de Rivas en Vaciamadrid (Madrid), y creador del blog “Rinconcitos de lectura“ y que gracias a Silvia Asuero se le ha añadido preguntas de comprensión lectora que además de trabajar la lectura ayuda a resolver el caso.

Puedes leerla desde el blog o descargar la lectura para imprimir. La solución al caso la encuentras al final del archivo cuando descargues el texto.

DESCARGAR: “EL CASO DEL BOCADILLO DE GAVIOTA

El bocadillo de gaviota

Recibí una llamada cuando intentaba despegar mis ojos legañosos aquella mañana fea de Noviembre. Me habían despertado los cariñosos gritos de mi vecina. Ella y sus deliciosos hijos parecían una compañía de legionarios a la hora del toque de diana. Al otro lado del teléfono, ¿cómo no? Estaba mi ayudante Ricki Capuccini.

-Joe, tienes que ir a los muelles. Hay un fiambre en el bar del puerto.
-Ricki, me encanta oírte. Siempre traes buenas noticias…

Mi coche arrancó como siempre: a empujones. El día estaba metido en agua y apenas podía ver algo a través del limpiaparabrisas. Los muelles estaban llenos de polis. También estaba el Juez Wilkinson con su monóculo. Parecía un lord inglés. Los fotógrafos no cesaban de sacar instantáneas como si aquel cuerpo tendido en el suelo fuera Enrique Iglesias.
La cocinera tenía un ataque de nervios y para calmarse no cesaba de comer aceitunas rellenas. El camarero, que era su marido, estaba harto de responder preguntas.

– No, no le conocíamos de nada. Nunca había estado aquí este tipo.
– Empecemos desde el principio- le dije.
– Mire. Este hombre entró aquí con su bastón…
– ¿Bastón? ¿Es que llevaba un bastón?
– Claro, mírelo es ese.
– Pero ese es un bastón de ciego.
– ¡Como que era ciego!
– Vale, prosiga, por favor.
– Pues entró, se acercó a la barra y pidió nuestra especialidad: bocadillo de gaviota.
– ¡Cielo santo! ¿Ustedes sirven aquí esa porquería?
– Le aseguro que es un bocado exquisito.
– Siga, no se enrolle.
– Dio un bocado, dejó el bocadillo y sacó un revólver negro de cañón corto y se pegó un tiro.

En ese momento se presentó Ricki Capuccini.  Parecía haber descubierto el secreto de la momia de Tutankamon.

– Jefe, ya sé  quién es ese fiambre: se trata de un ciego, que llegó esta mañana en un barco de bandera holandesa: el Amsterdam.
– Sigue, hoy tendrás ración doble de macarrones.
– El capitán del barco me ha contado que él y otro hombre fueron recogidos junto a un islote del archipiélago de las Antillas. Llevaban allí varias semanas. No saben cómo pudieron sobrevivir en aquel islote pelado.

Miré a la víctima. No tenía pinta de haber pasado mucha hambre

– ¿Sólo hubo dos supervivientes en ese naufragio?
– Sí. Al parecer eran tres, pero uno de ellos murió al poco tiempo.

– Así que alguien que ha estado semanas en medio del mar no tiene otra ocurrencia que venir a este bareto para comer nada menos que un asqueroso bocadillo de gaviota y …

Al salir del bar me acerqué al “Amsterdam”. Allí estaba su capitán acariciándose su barba de lobo de mar. Le pregunté por el otro superviviente. Después de una charla con él saqué enseguida una conclusión irrefutable. ¿Cuál era esa razón tan poderosa que llevó a aquel ciego a suicidarse?

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