Poema Mortal

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Nueva lectura detectivescas gracias a Felipe Gutierrez profe de 5º curso del CEIP el Olivar de Rivas en Vaciamadrid (Madrid), y creador del blog “Rinconcitos de lectura“ y que gracias a Silvia Asuero se le ha añadido preguntas de comprensión lectora que además de trabajar la lectura ayuda a resolver el caso.

Puedes leerla desde el blog o descargar la lectura para imprimir. La solución al caso la debes descargar a parte de la lectura y al final tienes enlaces con más lecturas de detectives.

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TEATRO NOMOLA

-¡No volverás a engañarme maldito traidor. Tu cuerpo caerá abatido por el peso de mis balas!
-No me mates, Leopoldo. ¡Te lo pido por favor! No me mates, Leopoldo. Muerto tengo mal color.
-¡Ah traidor, aún te ríes…!
-No, Leopoldo, ¡Compasión!
-Muérete, traidor, mala persona.

Un disparo resonó en el escenario del viejo teatro y un largo aplauso cerró la escena. Cayó el telón y continuaron los aplausos. Como de costumbre volvió a levantarse el telón para que los actores volvieran a saludar, pero…algo extraño ocurría.

Un actor no saludaba al público sino que permanecía tumbado tal como había quedado después del disparo. Un gran charco de sangre rodeaba su cuerpo. La gente seguía aplaudiendo. Arriba, el desconcierto era tremendo. Salieron los tramoyistas, ayudantes, electricistas, todos a escena. El público poco a poco se iba dando cuenta y algunos gritos empezaron a escucharse.

-¡Un médico! ¡ Llamen a un médico!

Ricardo Pan’Oly, el protagonista que había disparado momentos antes en la escena final, era sujetado por varias personas preso de un ataque de histeria. No había duda: Boris Mazizovich, estaba completamente muerto, al recibir un impacto de bala en la cabeza.

Cuando recibí la llamada del empresario del teatro, no podía entender sus explicaciones.

¿Cómo alguien iba a matar a alguien delante de quinientos espectadores…?

Cogí un taxi amarillo conducido por un taxista también amarillo, – chino, je je – y llegué al teatro que anunciaba con grandes letras amarillas: RICARDO PAN’OLY Y BORIS MAZIZOVICH EN “AMARILLO LIMÓN”, del gran autor de éxito, Hércules Yellow. Aquello era muy fuerte…

Los policías sujetaban a los curiosos que intentaban colarse en el escenario del crimen, o en el crimen del escenario, entiéndase el juego de palabras. Siempre era lo mismo. Gente tomando tila, policías muertos de sueño, gente fisgoneando, fotógrafos… y un muerto. ¡Pobres muertos! Todo el mundo los mira con curiosidad. Los compadece, pero ellos se quedan tan fríos, tan solos, con esa cara de tonto que se le pone a uno cuando se muere sin esperarlo. Éste era una hombre robusto, de pelo rubio teñido, entradito en carnes, alto… pero muerto como una pescadilla.

No me gustaba nada el asunto. Todo era demasiado teatral. Alguien se había cargado al rubio Boris y con este crimen había creado un nuevo show. Lo nunca visto, un crimen en riguroso directo. El asesino, sin duda, era un exhibicionista, alguien que no se resignaba a matar sin ser aplaudido. Por si fuera poco la obra era una horrorosa tragedia en verso, con uno de esos castillos como de Drácula, con tormentas y fantasmas.

-Le juro, señor Inspector que ignoraba el hecho de que el arma estuviera cargada. Esto ha sido un lamentable accidente.

Quien así hablaba era un cursi llamado Pan’Oly, el primer actor, que se explicaba como si representara una obra de Shakespeare, a la vez que se secaba el sudor con un pañuelo de seda.

-Está bien señor Pan’Oly. No se preocupe. Creo que alguien ha querido gastarle una broma pesada.
-¿Una broma? ¡No le veo la gracia!
– Sí, alguien quería cargarse a Macizovich y se ha valido del primer tonto, digo… del primer actor. Veamos: esta es el arma. ¡Ajá! Es un arma de verdad.
– Sí, desde luego – intervino el encargado del atrezzo- usamos un arma auténtica para dar mayor realismo. Pero puedo asegurarle que jamás usamos otra cosa que no sean balas de fogueo.

Pues alguien debió cambiar las balas de fogueo por otras de verdad. Como demostración, apunté e hice un disparo que atravesó el decorado.

– ¿ Lo ve? Las balas son auténticas.
-¿Pero quién pudo hacer semejante atrocidad?- Balbuceó Pan´Oly-
– Si supiéramos esto no estaríamos aquí sin cenar.

Aquel asunto era muy raro. Alguien quería montar un numerito pero… o yo me equivocaba o el autor del truquito de las balas no andaría muy lejos. Seguramente querría poner su firma de algún modo y no se conformaría con permanecer en el anonimato.

Debería ser alguien de este mundillo. Pero en este caos había mucha gente: actores, técnicos, el director, el autor, el empresario del teatro, los acomodadores…¡Maldito embrollo! Estaba dándole vueltas al asunto cuando oí:

-¡Mensaje para el señor Nomola!, ¡Mensaje para el señor Nomola!

Era el botones del teatro. Me entregó una carta. La abrí y me dio un vuelco el corazón.

-Oye, muchacho,¿ quién te ha dado esto?
-Nadie, estaba en el casillero de mensajería. Alguien debió dejarlo mientras yo estaba por aquí.

Mi presentimiento era bueno. Alguien quería dejar su huella. El mensaje era un poema, quiero decir que estaba en verso. Estaba dirigido a mí y decía:
“Sr. Inspector: le mando este poema acróstico, espero que le sirva de ayuda”
Ahí estaba la clave de todo que se aclaró como la luz del día al leer aquel ripioso mensaje:

No sabrán a quien pudieran
culpar de esta extraña muerte.
Pensarán que es mala suerte
acabar de esta manera.
Nácar eran sus mejillas.
Diéronle voz las sirenas.
De mármol es su barbilla.
Esta muerte es una pena.
Tápenlo ya con la sábana.
Muerte cruel y despiadada.
Te llevas a este hombre…
Yo digo que no fue muerto por
puñal, si no con bala.
Sé que el asesino sin
Las intenciones lo hizo.
Bajo sospecha están otros.
Lástima de actor corpulento.
¡Hermoso, pero ahora muerto!.
¿Curaré de mis heridas?
Les dije lo que sabía.

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